sábado, 12 de noviembre de 2011

El perfume subterráneo de la noche



El perfume subterráneo de la noche no había ensuciado el cielo todavía. Respiré agitado el aire del atardecer. Me pareció seco, árido, templado. De pronto el cansancio cayó sobre mi como una gran gota de plomo. Hasta entonces había estado tan absorto que no me había dado cuenta de mi fatiga. Llevaba todo el día caminando. Sólo. Escuchando el ruido hueco de mis pasos, mi respiración jadeante, notando en las venas el traqueteo de mi pulso.

Me senté en unas escaleras a recuperar el aliento. No recordaba nada. No sabía quien era. Qué hacía allí. Estaba sumido en un extraño estado. Era un ser sin nombre, sin recuerdos. Y no me importaba. Estaba concentrado en no pensar, Caminaba sobre una fina línea. Sobre ella me sentía puro, como si hubiese vuelto a nacer. Temía perder el equilibrio en un descuido y que los recuerdos, en forma de sombras, ensuciasen la blancura de mi ropa. Si caía, volvería a quedar atrapado en mi propia identidad. Aquella tarde deseaba más que nunca perderme en la infinitud. Huir de los límites que se habían trazado a medida que avanzaba mi propia historia.

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